miércoles, 27 de julio de 2016

Escritores vitales y escritores para escritores



“[…] En realidad, sería interesante averiguar si Don Quijote se lee tanto como parece indicar la popularidad universal del personaje. Pero podría resultar embarazoso llevar a cabo una investigación de ese género; sobre todo entre personas instruidas, por la extraña y errónea idea de que hay ciertos libros que uno debería haber leído, y sería vergonzoso reconocer que no se ha cumplido ese tipo de obligación cultural. Personalmente no estoy de acuerdo con esa actitud; confieso que yo sólo leo por placer.


Me refiero a literatura de creación (narrativa y poesía), por supuesto, no a la literatura teórica (información, documentos) que los académicos y profesionales deben dominar para ser competentes en sus respectivas disciplinas. Por ejemplo, sería natural esperar que un médico (digamos) haya leído algunos tratados de anatomía y de patología; pero no se puede exigir que también esté familiarizado con todos los cuentos de Chejov. (Aunque, como subrayó en cierta ocasión un médico sabio, entre dos doctores cuya capacitación profesional sea por lo demás igual, deberíamos confiar más en el que lea a Chejov).”
Simon Leys: La imitación de nuestro señor Don Quijote (en Breviario de saberes inútiles). Los subrayaydos son míos.



 (sonajeros)



Este verano he leído las últimas novelas que me restaban por leer de las diecisiete que publicó en vida Nabokov (excluyo voluntariamente una oportunista edición de una muy inacabada encontrada ávidamente por los herederos de los derechos de  autor en el fondo de un polvoriento escritorio), las primeras en ruso, las demás en un inglés increíble por ser aprendido, aunque en su infancia en San Petersburgo: Cosas transparentes, Pnin, La verdadera historia de Sebastian knight, y he releído con mayor deleite y aprovechamiento que la lejana primera vez, la famosa Lolita. También he intentado leer una obra del muy celebrado Vila-Matas, Historia de la literatura portátil, una pretenciosa mezcla de ficción y ensayo, que pese a su brevedad no he acabado y me ha aburrido soberanamente al modo como me aburren esos niños pesados de las visitas que insisten en mostrar las gracias y ocurrencias que saben y que celebran sus padres. Vila-Matas tiene numerosos admiradores y lectores, me consta, en este país de escasos lectores, pero en sus obras, salvo París no se acaba nunca, basada en su estancia de dos años en la capital francesa —no es la primera y puede que no sea la última de mis intentonas con él— no percibo más que literatura sobre la literatura, eso que algunos llaman metaliteratura y por eso otros le califican de escritor para escritores. A mí me gustan los grandes escritores para lectores, los que crean vida y organizan mundos, a menudo el mismo nuestro, no los que fundan clubs de enterados de lo literario hasta el punto de afirmar que la única justificación de su vida es escribir. Son sonajeros, bellos sonajeros que crean prosa ocurrente de referencias que a mí no me suena como la sinfonía viva que siempre aguardo al tomar en mis manos una novela.


A los largo del siglo XX se hablo mucho de “La Gran Novela americana” y se han invocado al respecto muchos nombres que admiro, desde Truman Capote a Norman Mailer, pasando por los más recientes y brillantes como Philip Roth, John Updike o Salinger. Pero ¿y si La Gran Novela Americana hubiera sido escrita por un ruso? ¿Un caso excepcional? Aquí va otro: el Gran Cine Norteamericano de las décadas de los 40, 50 y 60 del pasado siglo, probablemente el mejor cine de la historia, lo forjaron emigrantes europeos, frecuentemente judíos, que, eso sí, jamás probablemente habrían podido realizar sus magníficas creaciones fuera del entorno de su nueva tierra de adopción. Casos y casos del modo cómo benefician y enriquecen las migraciones humanas, por cualquier motivo, a los países de acogida. Tiempos menos xenófobos y más inteligentemente interesados que los actuales. Quizás un hipotético Vila-Matás más vívido e interesante sería el que hubiera decidido quedarse en París, como Nabokov, que de su San Petersburgo natal, de donde salió bien pertrechado con ruso, francés (la lengua culta de la élites rusas) e inglés (merced a su instutriz de la infancia), pasó a Berlín, donde añadió el alemán, a París, donde asombró con su perfecto francés; a Londres y a Nueva York, donde revivivió magistralmente la lengua inglesa, pero, sobre todo, en todos esos sitios se erniqueció y enriqueció a los lugares y lenguas de acogida. Vila Matas creo que habla un francés estupendo, como ese político y también escritor estimable Jorge Semprúm.




Fresas y libros


Es junio, no has probado nunca las fresas silvestres y hay una cuneta junto al bosque que está llena de ellas, pero tú pasas sin mirarlas. Igualmente, los libros más sublimes existen a tu alcance, sólo hace falta leerlos, sólo tú eres capaz de excluirte de ellos.


No le des más vueltas

Lamento, pero comprendo, que haya gente que no quiera leer diarios, que no lo haga nunca, o que salté al horóscopo y las páginas de deporte. La prensa, leer periódicos, es una ‘pesadilla’ que se muerde la cola. No pretendo hacer juegos fáciles de palabras, sino simplemente señalar que todas las noticias horribles siempre parecen la misma noticia horrible y nada cambia, joder, con la suficiente rapidez como para dar alas al optimismo de la voluntad, sino sólo para alimentar al pesimismo no sé si de la inteligencia o de mi cabezonería.




La belleza natural


La naturaleza no es solo que tenga horror al vacío, como sostenían los aristotélicos, sino a veces excesiva propensión a lo recargado. Me lo recordó una mañana de enero cuando vi en Madrid un liquidámbar al que solo le quedaba una hoja roja intensa. Era más bello que cuando se mostraba frondoso. Más vale leer dos buenas novelas que toda esa resma de best sellers con los que tú, muchacha, entretienes tus trayectos en metro. La comida basura engorda, pero no crea músculo ni en el fondo está tan rica. Veo a otra muchacha leyendo un grueso libro, por la portada no parece un éxito de ventas al uso; agacho la cabeza como si quisiera mirarla las piernas, las tiene bonitas. Oh maravilla, está leyendo El príncipe negro, de Iris Murdoch. La chica embellece a ojos vistas ante los míos...




Explico un título



Miroslav, que tiene el dudoso honor de ser mi primer comentarista y quizás lector en este blog, me mencionaba en su comentario de este post inaugural que quizás debería haberlo dedicado a explicar mis pretensiones al fundar éste teniendo en marcha ya otro. En definitiva, una cortesía a mis improbables visitantes. Comencemos por su título solo parcialmente explicado por un verso de un poema del gran Federico García Lorca. Es una imagen poderosamente evocadora, como tantas del granadino. “La mariposa ahogada en el tintero”. El lector tiene sus derechos, como el escritor al que de hecho le completa y da sentido, y en este caso esa metáfora tan visual me suscita una mariposa nocturna: polillas, término casi despectivo que, por ejemplo, en muchas ciudades de mi amada Bolivia designa a los que el Brasil llaman “meninos da rua”, los niños de la calle, pandillas de huérfanos por lo común que se buscan la vida y se congregan, polillas, entorno a las luces de la urbe nocturna. Vida mala, lógicamente, pobreza, mendicidad, prostitución y drogadicción infantil, mendigando y con pequeños hurtos y que al crecer, los que sobreviven, nutren las filas de una delincuencia más grave. ¿Por qué una mariposa nocturna?. Bueno, yo soy lector de todo momento y lugar, pero más nocturno. Para mí el insomnio, que casi nunca padezco, es más una oportunidad de prolongar la duración del día que un problema. Leo de noche y mis lecturas son esas mariposas bellísimas, pero menos vistosas que las diurnas, requieren más atención para detectar su hermosura. Vuelan en torno a mi lámpara de lectura y se posan y a veces caen en el tintero abierto y lo fecundan, y por eso escribo sobre ellas, son esas ideas que flotan y recogemos los lectores. También pudiera ser la mariposa este modesto blog de lecturas que se pierde en el magma líquido, yo lo evoco oscuro, de tinta negra, casi china, de Internet. Y luego está el efecto mariposa que como sabemos designa un gran e inesperado efecto a partir de una pequeña causa inicial. No pretendo que este sea el caso de este blog, mi megalomanía es ‘mínimanía’. Pero las polillas de los creadores que van fecundando otros tinteros en la maravillosa cadena de enlaces en que un descubrimiento lleva a otro en una serie interminable, ese también es un efecto mariposa: leo a Homero y decido seguir leyendo sobre la Edad de Bronce griega, descubro los relatos de los primeros arqueólogos y eso me lleva a leer (y a viajar) a la Grecia actual y de ahí… No otra cosa es la cultura de un autodidacta, de polilla en polilla hasta su tintero.


Vuelta de paseo

Asesinado por el cielo.
Entre las formas que van hacia la sierpe
y las formas que buscan el cristal,
dejaré crecer mis cabellos.

Con el árbol de muñones que no canta
y el niño con el blanco rostro de huevo.

Con los animalitos de cabeza rota
y el agua harapienta de los pies secos.

Con todo lo que tiene cansancio sordomudo
y mariposa ahogada en el tintero.

Tropezando con mi rostro distinto de cada día.
¡Asesinado por el cielo!

F.  García Lorca, Poeta en Nueva York.