lunes, 27 de febrero de 2017

La mejor novela que he leído el año pasado




Bueno. Pasados ya dos meses del año anterior, creo que ya puedo anunciar cuál es la mejor novela que leí en 2016, hasta el punto de que estoy deseando que pase otro año para… releerla. Leo unos 200 libros al año, de los cuales la mitad son novelas. Este año he dejado muy pocas sin acabar, aunque no tengo reparo en hacerlo, y he disfrutado mucho con algunas, pero la ganadora, alemana, escrita por una mujer en los años noventa y editada ahora en castellano es  Tú no eres como otras madres de Angelika Schrobsdorff (pronúnciese si se atreven). El subtítulo da pistas: Historia de una mujer apasionada, pero también se queda corto, porque la excelente narración no sólo reconstruye la vida inconformista de la madre de la autora y de su familia judía y burguesa de Berlín, reconstruye toda una época, el nacimiento de un nuevo mundo, la cultura bohemia berlinesa de los “locos años veinte” en los que la protagonista se niega a asumir su destino de joven esposa de un buen partido para casarse con un artista; de hecho, cumple su propósito juvenil de vivir la vida con la máxima intensidad y tener un hijo con cada hombre que amase; eso hacen tres; tres hijos de tres padres diferentes.

Una mujer independiente, singular y valiente que será sin embargo arrollada por algo tan prosaico como el presente. Un relato real, al estilo, como mencionan los editores, de la magnífica Suite francesa de Irene Némirovsky. Una de esas raras novelas que sin necesidad de ser extraordinariamente extensas y mucho menos prolijas, relatan toda una época, la de la gran cultura centroeuropea de la música clásica y las novelas de Stefan Zweig, los cabarets y las vanguardias artísticas, el nazismo y las leyes raciales. Un tiempo irrepetible, por suerte y por desgracia, lleno de pasión y energía, como la propia vida de la madre de la novelista que, desde luego, no fue una madre como otras.

martes, 14 de febrero de 2017

Alta sociedad destripada desde dentro






Toda la literatura es cotilleo. Truman Capote

Durante años la censura franquista actúo de forma alevosa con la literatura universal contemporánea. Además de la prohibición de obras y la mutilación de otras, las editoriales en general evitaron editar a autores interesantes sustituidos en sus catálogos por medianías vergonzantes. Afortunadamente, el surgimiento actual de pequeñas editoriales independientes está rellenando ese pavoroso hueco, como la editorial el Asteroide que está recuperando a muchos excelentes autores desconocidos en su momento entre nosotros, como Robertson Davies, William Maxwell y Wallace Stegner. Tal es el caso del norteamericano Dominick Dunne (1925-2009). Dunne se sitúa en la estela de Scott Fitzgerald y Truman Capote como agudo relator de las clases altas neoyorquinas (Los Vanderbilt, Kluge, Hartford, Pulitzer). En un país tan joven, la aristocracia de los Vanderbilt y demás representa el de una sociedad cerrada que sustituye a las viejas noblezas europeas. La novela que quiero comentar, publicada en 1985 y situada en los años cuarenta en adelante, es la historia de una trepa, parvenue, una arribista, una corista que termina casándose con un joven heredero de esa aristocracia yanqui. Es uno de los personajes mejor perfilados y no exactamente juzgados que puede ofrecer la literatura americana. Asistimos a los esfuerzos de esa mujer para borrar todo vestigio de su humilde pasado y su obsesión por integrarse en ese grupo cerrado que jamás la llega aceptar. Un drama, el declive de su matrimonio y, finalmente, el asesinato a manos de ella de su marido, desencadena hacia la mitad de la novela el paso del tiempo y el arrumbamiento de esta mujer.

Dunne llevó durante años una columna de cotilleos en la famosa revista Vanity Fair, aunque también se ocupó de juicios famosos como de la estrella de fútbol americano O.J. Simpson. No quiero contar más. Dunne es desde luego, como he indicado más arriba, el mejor cronista de la alta sociedad americana desde Truman Capote y esta saga de arribismo es uno de los relatos mejor contados de esa sociedad desde dentro. Con una prosa elegante y eficaz, con las dosis exactas de introspección, fórmulas corteses, donde el talento para disponer a las personas en una cena es más importante que otras virtudes esenciales, con sexo, thriller, pasión y glamour y un final espléndido esta es una de las novelas con las que más he disfrutado últimamente: Las dos señoras Grenville.


domingo, 12 de febrero de 2017

Una cautivadora pesadilla




Hay un subgénero literario que es el de las novelas de dictadores con abundantes y excelsos ejemplos: Tirano Banderas, Yo, el Supremo, Señor Presidente, El Otoño del patriarca o La fiesta del chivo. Todo régimen dictatorial no sólo es tiránico y brutal sino ridículo; los dictadores—piénsese en Franco, regordete, bajito, ignorante y de voz atiplada— siempre son patéticos, como payasos perversos. En fin que es un género que no sólo ha alcanzado cotas de comparación elevadas, sino que tiene referentes reales en los que inspirarse. Muerto Hitler, Mussolini y Stalin, muerto Trujillo y Somoza, muertos Franco y Salazar, la única figura suficientemente patética y brutal es la dinastía Kim de Corea del Norte, porque lo que caracteriza a un dictador es, además del poder omnímodo, su anacronismo, el situarse como un gran pez predador contra la corriente lógica de la historia. Puede ser que Julio César fuera un dictador —palabra que entonces no tenía las connotaciones negativas actuales, como no las tenía tan positivas la palabra democracia—, como sostenían sus rivales del Senado y sus asesinos, pero desde luego la figura trágica y grandiosa de Julio César no era ridícula ni patética.

El joven Adam Johnson ganó el Pulitzer de 2013 —un premio a salvo de los recelos de arbitrariedad de otros— narrando las peripecias de un pillo en la terrible dictadura de Corea del Norte en torno a  la dinastía de los Kim Jong. La novela El heredero se publicó unos meses después del fallecimiento de Kim Jong-il. En la Corea del Norte de Johnson (y en la real) se secuestran princesas del cine, se practican lobotomías, donde el surrealismo se queda corto ante el absurdo y donde el escritor tiene que lidiar con la realidad de lo irracional mientras los altavoces instalados en las esquinas de las calles medrosas cantan las virtudes del Querido Líder después del parte meteorológico. La novela es un híbrido de Thriller político, novela de aventuras y de amores, indagaciones, episodios de espías en Texas bastante chapuceros, cadáveres en las cunetas y un protagonista, Jun Do, obligado siervo del poder y la vez pícaro superviviente. El retrato del dictador es sagaz y no se queda atrás de los referentes que he mencionado y que quizás el autor no haya leído, dada la endogamia de la literatura en inglés. Porque es también una novela de aprendizaje, una suerte de Tristram Shandy desde el frío orfanato al sicario asesino al servicio de los payasos de uniforme. De las extrañas relaciones geopolíticas con el enemigo derrotado (Estados Unidos perdió la guerra de Corea, como perdió la posterior del Vietnam), o de su odiado vecino, Japón.

La población se debate dividida, al menos la más lúcida, entre la retórica triunfalista, omnipresente y oficial, y el obligado acatamiento al destino horrible real. Esa obligada esquizofrenia que le hace clamar al padre del protagonista: “Denuncio a este ciudadano por ser un títere del imperialismo. Lo he visto intentando envenenar mentes con su pérfida bazofia”, señalando a su propio hijo. Y luego en voz baja e íntima dirigiéndose a él: “Mi boca ha dicho todo eso, pero mi mano sigue cogiendo la tuya”. Una realidad inverosímil que el talento del autor convierte en una ficción creíble. Una cautivadora pesadilla.