“[…] En realidad, sería interesante averiguar si Don Quijote se lee tanto como parece indicar la popularidad universal del personaje. Pero podría resultar embarazoso llevar a cabo una investigación de ese género; sobre todo entre personas instruidas, por la extraña y errónea idea de que hay ciertos libros que uno debería haber leído, y sería vergonzoso reconocer que no se ha cumplido ese tipo de obligación cultural. Personalmente no estoy de acuerdo con esa actitud; confieso que yo sólo leo por placer.
Me refiero a literatura de creación (narrativa y poesía), por supuesto, no a la literatura teórica (información, documentos) que los académicos y profesionales deben dominar para ser competentes en sus respectivas disciplinas. Por ejemplo, sería natural esperar que un médico (digamos) haya leído algunos tratados de anatomía y de patología; pero no se puede exigir que también esté familiarizado con todos los cuentos de Chejov. (Aunque, como subrayó en cierta ocasión un médico sabio, entre dos doctores cuya capacitación profesional sea por lo demás igual, deberíamos confiar más en el que lea a Chejov).”
Simon Leys: La imitación de nuestro señor Don Quijote (en Breviario de saberes inútiles). Los subrayaydos son míos.
(sonajeros)
Este verano he leído las últimas novelas que me restaban por leer de las
diecisiete que publicó en vida Nabokov (excluyo voluntariamente una oportunista edición de una muy inacabada encontrada ávidamente
por los herederos de los derechos de autor en el fondo de un
polvoriento escritorio), las primeras en ruso, las demás en un inglés
increíble por ser aprendido, aunque en su infancia en San Petersburgo: Cosas
transparentes, Pnin, La verdadera historia de Sebastian knight, y he
releído con mayor deleite y aprovechamiento que la lejana primera vez, la
famosa Lolita. También he intentado leer una obra del muy celebrado
Vila-Matas, Historia de la literatura portátil, una pretenciosa mezcla
de ficción y ensayo, que pese a su brevedad no he acabado y me ha aburrido
soberanamente al modo como me aburren esos niños pesados de las visitas que
insisten en mostrar las gracias y ocurrencias que saben y que celebran sus
padres. Vila-Matas tiene numerosos admiradores y lectores, me consta, en este
país de escasos lectores, pero en sus obras, salvo París no se acaba nunca, basada en su estancia de dos años en la capital francesa —no es la primera y puede que no
sea la última de mis intentonas con él— no percibo más que literatura sobre la
literatura, eso que algunos llaman metaliteratura y por eso otros le califican
de escritor para escritores. A mí me gustan los grandes escritores para
lectores, los que crean vida y organizan mundos, a menudo el mismo nuestro, no
los que fundan clubs de enterados de lo literario hasta el punto de afirmar que
la única justificación de su vida es escribir. Son sonajeros, bellos sonajeros
que crean prosa ocurrente de referencias que a mí no me suena como la sinfonía
viva que siempre aguardo al tomar en mis manos una novela.
A
los largo del siglo XX se hablo mucho de “La Gran Novela
americana” y se han invocado al respecto muchos nombres que admiro,
desde Truman Capote a
Norman Mailer, pasando por los más recientes y brillantes como Philip
Roth,
John Updike o Salinger. Pero ¿y si La Gran Novela Americana hubiera sido
escrita por un
ruso? ¿Un caso excepcional? Aquí va otro: el Gran Cine Norteamericano de
las
décadas de los 40, 50 y 60 del pasado siglo, probablemente el mejor cine
de la
historia, lo forjaron emigrantes europeos, frecuentemente judíos, que,
eso sí, jamás probablemente habrían podido realizar sus magníficas
creaciones fuera del entorno de su nueva tierra de adopción.
Casos y casos del modo cómo benefician y enriquecen las migraciones
humanas, por cualquier
motivo, a los países de acogida. Tiempos menos xenófobos y más
inteligentemente interesados que los actuales. Quizás un hipotético
Vila-Matás más vívido e interesante sería el que hubiera decidido quedarse en París, como Nabokov, que de su
San Petersburgo natal, de donde salió bien pertrechado con ruso,
francés (la lengua culta de la élites rusas) e inglés (merced a su
instutriz de la infancia), pasó a Berlín, donde añadió el alemán, a
París, donde asombró con su perfecto francés; a Londres y a Nueva York, donde revivivió magistralmente la lengua inglesa, pero, sobre todo, en todos esos sitios se erniqueció y enriqueció a los lugares y lenguas de acogida. Vila Matas creo que habla un francés estupendo, como ese político y también escritor estimable Jorge Semprúm.
Fresas y libros
Es junio, no has probado nunca las fresas silvestres y hay
una cuneta junto al bosque que está llena de ellas, pero tú pasas sin mirarlas.
Igualmente, los libros más sublimes existen a tu alcance, sólo hace falta leerlos, sólo tú
eres capaz de excluirte de ellos.
No le des
más vueltas
Lamento, pero comprendo, que haya gente que no
quiera leer diarios, que no lo haga nunca, o que salté al horóscopo y las
páginas de deporte. La prensa, leer periódicos, es una ‘pesadilla’ que se
muerde la cola. No pretendo hacer juegos fáciles de palabras, sino simplemente
señalar que todas las noticias horribles siempre parecen la misma noticia
horrible y nada cambia, joder, con la suficiente rapidez como para dar alas al
optimismo de la voluntad, sino sólo para alimentar al pesimismo no sé si de la
inteligencia o de mi cabezonería.
La belleza natural
La naturaleza no es solo que tenga horror al vacío, como sostenían los aristotélicos, sino
a
veces excesiva propensión a lo recargado. Me lo recordó una mañana de
enero
cuando vi en Madrid un liquidámbar al que solo le quedaba una hoja roja
intensa. Era más bello que cuando se mostraba frondoso. Más vale leer
dos buenas novelas que toda esa resma de best sellers con los que tú,
muchacha, entretienes tus trayectos en metro. La
comida basura engorda, pero no crea músculo ni en el fondo está tan
rica. Veo a otra muchacha leyendo un grueso libro, por la portada no
parece un éxito de ventas al uso; agacho la cabeza como si quisiera
mirarla las piernas, las tiene bonitas. Oh maravilla, está leyendo El príncipe negro, de Iris Murdoch. La chica embellece a ojos vistas ante los míos...
Explico un título
Miroslav, que tiene el dudoso honor de ser mi primer
comentarista y quizás lector en este blog, me mencionaba en su comentario de este
post inaugural que quizás debería haberlo dedicado a explicar mis pretensiones
al fundar éste teniendo en marcha ya otro. En definitiva, una cortesía a mis
improbables visitantes. Comencemos por su título solo parcialmente explicado
por un verso de un poema del gran Federico García Lorca. Es una imagen
poderosamente evocadora, como tantas del granadino. “La mariposa ahogada en el
tintero”. El lector tiene sus derechos, como el escritor al que de hecho le completa
y da sentido, y en este caso esa metáfora tan visual me suscita una mariposa
nocturna: polillas, término casi despectivo que, por ejemplo, en muchas
ciudades de mi amada Bolivia designa a los que el Brasil llaman “meninos da
rua”, los niños de la calle, pandillas de huérfanos por lo común que se buscan
la vida y se congregan, polillas, entorno a las luces de la urbe nocturna. Vida mala, lógicamente, pobreza, mendicidad, prostitución y
drogadicción infantil, mendigando y con pequeños hurtos y que al crecer,
los que sobreviven, nutren las filas de una delincuencia más grave. ¿Por qué
una mariposa nocturna?. Bueno, yo soy lector de todo momento y lugar, pero más nocturno.
Para mí el insomnio, que casi nunca padezco, es más una oportunidad de prolongar
la duración del día que un problema. Leo de noche y mis lecturas son esas
mariposas bellísimas, pero menos vistosas que las diurnas, requieren más atención para detectar su hermosura. Vuelan en
torno a mi lámpara de lectura y se posan y a veces caen en el tintero abierto y lo fecundan, y por eso escribo sobre ellas, son esas ideas que flotan y recogemos los lectores. También pudiera ser la
mariposa este modesto blog de lecturas que se pierde en el magma líquido, yo lo
evoco oscuro, de tinta negra, casi china, de Internet. Y luego está el efecto mariposa
que como sabemos designa un gran e inesperado efecto a partir de una pequeña
causa inicial. No pretendo que este sea el caso de este blog, mi megalomanía es
‘mínimanía’. Pero las polillas de los creadores que van fecundando otros
tinteros en la maravillosa cadena de enlaces en que un descubrimiento lleva a
otro en una serie interminable, ese también es un efecto mariposa: leo a Homero
y decido seguir leyendo sobre la Edad de Bronce griega, descubro los relatos de
los primeros arqueólogos y eso me lleva a leer (y a viajar) a la Grecia actual
y de ahí… No otra cosa es la cultura de un autodidacta, de polilla en polilla
hasta su tintero.
Vuelta de paseoAsesinado por el cielo.Entre las formas que van hacia la sierpey las formas que buscan el cristal,dejaré crecer mis cabellos.Con el árbol de muñones que no cantay el niño con el blanco rostro de huevo.Con los animalitos de cabeza rotay el agua harapienta de los pies secos.Con todo lo que tiene cansancio sordomudoy mariposa ahogada en el tintero.Tropezando con mi rostro distinto de cada día.¡Asesinado por el cielo!F. García Lorca, Poeta en Nueva York.