Si las novelas fundacionales de la literatura en castellano
fueron las picarescas y El Quijote en la gran literatura rusa el gran
antecedente es Nicolái Gógol y su Las almas muertas, que se me escapa el por
qué la calificó de poema. El caso es que todos los grandes autores rusos de la
generación posterior, Turguénev, Dostoievski, Tolstói, Chejov, Gorki, etc., no
sólo reconocieron la maestría de Gógol sino a él como su padre espiritual y artístico.
Las almas muertas, que he releído en reciente nueva traducción, es también una
novela picaresca y no excluyo la posibilidad de que Gógol conociera ejemplos
españoles anteriores en dos siglos, aunque la influencia europea en Rusia
siempre ha sido más bien la francesa y la alemana.
Novela picaresca, pues, aunque con características muy rusas.
Las ‘almas’ a las que se refiere el autor son las de los siervos de los
terratenientes. Los latifundios no se jerarquizaban por su superficie o su
producción, sino por el número de siervos, distribuidos en aldeas, que servían
al señor. Un terrateniente podía tener menos de cien, o doscientos o varios
miles de siervos. El protagonista, un pícaro, compraba almas muertas, es decir,
cesiones de siervos fallecidos que aún no figuraban como tales ya que los
censos siempre se establecían con retraso. De esa forma, adquiría extensiones
de tierras y sus privilegios. En esencia esa es la trama que le permite al
Gógol hacer un retrato irónico a menudo humorístico, despiadado pero delicioso
de la Rusia de su tiempo la de los años treinta y cuarenta del siglo XIX.
Es importante insistir en el sabor peculiar de esa Rusia. Así
las troikas, que no son como en su reciente acepción tres personas influyentes,
sino el tiro de caballos rusos formado por un caballo de varas en el centro,
que va al trote, y dos caballos laterales de refuerzo que corren al galope,
alcanzado hasta 50 kilómetros por hora y que es el único enganche de estas características
en el mundo. En su troika, con un lacayo y un conductor, el protagonista
recorre meloso una remota provincia N, con capital en n (En Rusia esta letra
cumple la función de indeterminación que entre nosotros cumple la x) que reúne todos
los vicios y defectos de la Rusia del momento y que no son ni San Petersburgo
ni Moscú. Se dedica entonces a comprar campesinos muertos para registrarlos
como vivos y conseguir así tierras que se concedían a los que tuvieran un
cierto número de siervos. Ofrece Gógol la versión más cruda y detestable del
ser humano y, lamento decir, de vigencia más de dos siglos después en muchas
partes.
Nicolái Vasílievich Gógol, de origen ucraniano, nació en una
de esas cuarenta provincias del Imperio Ruso, Poltava, en el seno de la baja
nobleza rutena, en 1809 y murió en Moscú en 1852, aunque practicó el teatro y
la poesía fue el cuento y la novela por lo que fue más conocido. Su Las almas muertas
está considerada la primera novela rusa moderna. Fue burócrata en la
administración zarista de San Petersburgo a donde se trasladó joven tras la
temprana muerte del padre y conoció a Pushkin que se convirtió en su amigo y
protector. Pasó cinco años viviendo en Italia y Alemania, más brevemente en
Suiza y Francia, y comenzó escribiendo cuentos cortos. En ese periodo de
inmigrante escribió la primera parte de su gran novela y también la muy
conocida por las versiones cinematográficas, novela histórica Taras Bulba.
“Gógol un hombre perfectamente instalado en la corte zarista había escrito Almas Muertas como un feroz fresco sobre sus contemporáneos pudientes. Cuando se le reprocha ese ataque, imprevisible en alguien de su posición, Gógol comienza a escribir una segunda parte de su novela a la que titularía Almas Blancas con el propósito consciente de revertir su visión anterior. Cuenta entonces (Gógol), que mientras estaba describiendo en trazos benévolos la conducta de sus personajes, la pluma se le desviaba hacia el grotesco, hacia la denuncia, hacia la disección de una sociedad viciada de corrupción. Así, las Almas Blancas nunca se publicó ya que Gógol quemó lo mucho o poco que llevaba escrito en la chimenea de su confortable cuarto de trabajo.” Así relata el escritor argentino Luis Tedesco la peripecia de la obra.
Hoy se conserva en Moscú su casa el bulevar Nikitski como
museo del escritor. Sentido del humor, crítica social, uso frecuente de lo
fantástico al estilo de Hoffman y prosa nada convencional, esta novela ha
resistido impecablemente el paso del tiempo y sigue siendo muy atractiva para
el lector actual. Hablamos, por tanto, de un clásico.
Se me ocurre que las "almas muertas" en este país de siervos que es España son los millones que siguen votando a partidos inmersos en la más desvergonzada corrupcíón...
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Nicólai Gógol: Las almas muertas, Trad. Marta Rebón; Ed. Nórdica, Madrid, 2017
Se me ocurre que las "almas muertas" en este país de siervos que es España son los millones que siguen votando a partidos inmersos en la más desvergonzada corrupcíón...
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Nicólai Gógol: Las almas muertas, Trad. Marta Rebón; Ed. Nórdica, Madrid, 2017