Es una saga de la que habla todo el mundo lector, que como se
sabe es por desgracia una pequeña parte de todo el mundo. Su título genérico, Mi
lucha, es provocador (nada que ver), pero es lo único que es provocador en este moroso
recuento de la vida de un joven escritor noruego, Karl Ove Knausgard. La saga
la forman seis largas novelas de las que en España se han traducido —bien
traducidas salvo algún detalle, como incluir las encinas en el paisaje vegetal
de Suecia, obviamente confundidas con los nórdicos robles— cuatro. Los que nos
hemos introducido en ellas aguardamos con impaciencia las entregas que faltan.
¿Son novelas? ¿Es el protagonista el mismo escritor? La
respuesta es que sí para ambas preguntas. Todas se centran en una época del
escritor narrador, pero con saltos adelante y atrás muy cinematográficos y que
contextualizan desde la óptica del escritor en el momento de la escritura de las peripecias del protagonista en el momento que le sucedieron, y
todas se centran en alguna relación esencial de este último. En la primera
entrega, La muerte del padre, es la relación con un padre autoritario, violento
y alcohólico. La segunda, Un hombre enamorado, en la relación con la segunda
esposa del escritor, bella y neurótica y la aparición de su primera hija, ambas
con los esfuerzos del escritor para luchar con sus fantasmas, sobrellevar la
vida doméstica y conseguir tiempo y sosiego para escribir, que es lo primero
que le importa.
Algunos críticos ya han señalado que este es un proyecto
demencial, una inmensa novela autobiográfica de miles de páginas que yo
recomiendo leer reposadamente, leyendo primero una e intercalando otras
lecturas (yo, en concreto, sin abandonar la literatura nórdica, con la biografía
de otro escritor noruego anterior y Nobel, Kunut Hamsun). Y sí, recuerda, con
un registro muy diferente a En busca del tiempo perdido de Proust, y aquí va mi
mayor elogio: se mide perfectamente con la gran novela del francés, luego
estamos ante una obra de arte ambiciosa y destinada a perdurar, apta para
lectores igualmente ambiciosos.
No hay muchos otros escritores en estas novelas. Su mundo no
está cerrado en torno al gremio, sino a
su vida doméstica y a las penalidades de escribir. Sí, su bella esposa
Linda es poeta y en ella se concentran los gozos y las sombras del autor, los
engorros de la paternidad, la necesidad de escribir, la urgencia de crear, la
cotidianidad de la vida de la pequeña familia, el acierto de los retratos de sus
personajes, los paseos con el cochecito de bebé por las calles de Estocolmo (el
autor se ha mudado a Suecia y deshace hábilmente el supuesto típicamente
mediterráneo de que ese país es gemelo del de Noruega, cuando queda claro que
son muy distintos), los cómicos fracasos de los viajes de vacaciones, la
despiadada autoironía, las peleas con los vecinos, las borracheras (¡cómo se
bebe por aquellos lares!), la belleza de los paisajes, claro, pero también el
tedio, el soberano aburrimiento: una vida en marcha.
Hay tanta veracidad en medio de la exaltación y el
aburrimiento, tal precisión en atrapar los instantes (aquí Proust otra vez), en
el amor, y en el desengaño, en los amigos y enemigos, en la ira, en el placer
carnal y estético. Todo es veraz, lo cual exige que no todo sea estrictamente
verdad, esa es la suprema sabiduría de este autor supremo para quien la muerte
está siempre ahí cerca, con la intensidad del amor, con la sombra de la
soledad. Knausgard es un idealista, quiere crear arte, arte muy grande, es muy
exigente consigo mismo y muy conformista en sus relaciones con los demás, eh
aquí un contraste en su dibujo vital. Una constante reflexión sobre el amor, la
muerte, la creatividad, la vida burguesa, la dura adolescencia, la infancia, el
camino a la madurez, los pequeños detalles, los eternos dilemas, la
masculinidad, el sexo, la evasión del artista.
Probablemente se trata de la más ambiciosa empresa literaria
de este siglo. Un anti Borges expansivo y dilatado, ficticio, insisto, y
verdadero, perturbador, apto sólo para adictos de la literatura más exigente.
Bueno, es una de tus recomendaciones que más me ha abierto el apetito. (Por cierto, gracias por David Mitchell, un descubrimiento). Me he hecho con La muerte del padre en formato electrónico, el único que he encontrado. Pero si es como promete, no descarto llegar al exceso de comprármelos en papel.
ResponderEliminarQue lo disfrutes. A mí me ha gustado aún más la segunda entrega, Un hombre enamorado. Adelante.
EliminarHabía oído de este señor hace ya algunos años, pero no le he leído. Apunto la crítica favorable.
ResponderEliminarapunta, apunta
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