Hay un venerable trío actual de escritores israelís que
forman el triángulo de oro de las letras hebreas: Amos Oz, David Grossman (a no
confundir con el ruso Vassili de Vida y Destino) y Abraham B. Yehoshúa. Los dos
primeros me gustan, al tercero apenas lo había frecuentado. Lástima, aunque
nunca es tarde: me parece el mejor. Magnífico, a menudo cómico, inexorable,
nada complaciente, humano, inspecciona el nacionalismo israelí sin perder el
punto de vista de los árabes palestinos, mezclando con habilidad ambos mundos,
el mayoritario y no simplemente opresor de Israel y el minoritario, no sólo
victimista, árabe, sus cohabitantes que se temen y se desconocen, unidos por un
vínculo indestructible y enfrentados como miembros de una misma familia en
conflicto pertinaz de secretos familiares y pecado original. Defensor a
ultranza sin ser propagandista de la coexistencia de ambos pueblos, nostálgico
y esperanzado, ardiente defensor de Palestina e Israel. Narrador con soltura,
con un infalible registro de las voces en los diálogos y de los pensamientos en
el diálogo interior de los personajes, espléndidamente trazados.
La extensa novela que me ha hechizado, La novia liberada, una
de las ocho que tiene escritas, de 2001, es la historia de dos historias, una
personal y la otra ambiental o política, magistralmente entrelazadas. Esas dos
tramas principales protagonizadas por el mismo personales, un profesor de
Historia de universidad, son dos enigmas: el porqué de la falta de entendimiento
entre árabes e israelíes, y el porqué del inesperado divorcio de su hijo mayor
que, tras un año de feliz matrimonio, es repudiado por su esposa.
Como profesor de la Universidad de Haifa, el protagonista es
guiado por una nueva Sherezade, una alumna árabe que le introduce en la
clandestina Palestina a través de sus fiestas y comidas. A la vez, pero en su
papel de padre y no de profesor, emprenderá una investigación para averiguar
las causas de la ruptura del matrimonio de su hijo, aun sin recuperarse de la
súbita pérdida. Así descubre dos armas secretas palestinas: la poesía y la
literatura árabe, especialmente las antiguas preislámicas, el alma secreta de
un pueblo, y otros ambientes, como la encantadora pensión que regentan sus exconsuegros
en Jerusalén. Una delicia de perspicacia, tolerancia y arte de narrar. Repetimos: la
novela que me inducirá a leer las otras siete, se llama La novia liberada y es
de 2001.
Ahora que lo pienso, la literatura en hebreo tiene que ser reciente, ¿no? Porque tengo entendido que el hebreo moderno fue recreado a partir del antiguo y que sus primeros hablantes nacieron a finales del siglo XIX...
ResponderEliminarEn efecto, esos escritores que menciono son prácticamente la segunda generación de escribientes de un idioma nuevo, pero por lo que percibo muy pujante.
Eliminar...también está Etgar Keret, que escribe cuentos surrealists y que, al parecer, es bastante popular en Israel
ResponderEliminarSí, y unos cuantos más, pero esos tres que menciono: Grossman, Oz y Yehossúa, son la triada de las letras en hebreo
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