domingo, 26 de marzo de 2017

El Israelí ignorado: Yehoshúa






Hay un venerable trío actual de escritores israelís que forman el triángulo de oro de las letras hebreas: Amos Oz, David Grossman (a no confundir con el ruso Vassili de Vida y Destino) y Abraham B. Yehoshúa. Los dos primeros me gustan, al tercero apenas lo había frecuentado. Lástima, aunque nunca es tarde: me parece el mejor. Magnífico, a menudo cómico, inexorable, nada complaciente, humano, inspecciona el nacionalismo israelí sin perder el punto de vista de los árabes palestinos, mezclando con habilidad ambos mundos, el mayoritario y no simplemente opresor de Israel y el minoritario, no sólo victimista, árabe, sus cohabitantes que se temen y se desconocen, unidos por un vínculo indestructible y enfrentados como miembros de una misma familia en conflicto pertinaz de secretos familiares y pecado original. Defensor a ultranza sin ser propagandista de la coexistencia de ambos pueblos, nostálgico y esperanzado, ardiente defensor de Palestina e Israel. Narrador con soltura, con un infalible registro de las voces en los diálogos y de los pensamientos en el diálogo interior de los personajes, espléndidamente trazados.

La extensa novela que me ha hechizado, La novia liberada, una de las ocho que tiene escritas, de 2001, es la historia de dos historias, una personal y la otra ambiental o política, magistralmente entrelazadas. Esas dos tramas principales protagonizadas por el mismo personales, un profesor de Historia de universidad, son dos enigmas: el porqué de la falta de entendimiento entre árabes e israelíes, y el porqué del inesperado divorcio de su hijo mayor que, tras un año de feliz matrimonio, es repudiado por su esposa. 

Como profesor de la Universidad de Haifa, el protagonista es guiado por una nueva Sherezade, una alumna árabe que le introduce en la clandestina Palestina a través de sus fiestas y comidas. A la vez, pero en su papel de padre y no de profesor, emprenderá una investigación para averiguar las causas de la ruptura del matrimonio de su hijo, aun sin recuperarse de la súbita pérdida. Así descubre dos armas secretas palestinas: la poesía y la literatura árabe, especialmente las antiguas preislámicas, el alma secreta de un pueblo, y otros ambientes, como la encantadora pensión que regentan sus exconsuegros en Jerusalén. Una delicia de perspicacia, tolerancia y arte de narrar. Repetimos: la novela que me inducirá a leer las otras siete, se llama La novia liberada y es de 2001.



4 comentarios:

  1. Ahora que lo pienso, la literatura en hebreo tiene que ser reciente, ¿no? Porque tengo entendido que el hebreo moderno fue recreado a partir del antiguo y que sus primeros hablantes nacieron a finales del siglo XIX...

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    1. En efecto, esos escritores que menciono son prácticamente la segunda generación de escribientes de un idioma nuevo, pero por lo que percibo muy pujante.

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  2. ...también está Etgar Keret, que escribe cuentos surrealists y que, al parecer, es bastante popular en Israel

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    1. Sí, y unos cuantos más, pero esos tres que menciono: Grossman, Oz y Yehossúa, son la triada de las letras en hebreo

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