miércoles, 14 de septiembre de 2016

El Quijote en La Torre de los Locos



Una muestra más de que Oriente y Occidente no pueden entenderse ni como compartimentos estancos ni como simples opciones humanas enfrentadas es descubrir —ya lo han hecho autores como Juan Goytisolo o Mathias Enard— que la primera novela moderna europea y la primera novela moderna árabe son… la misma: El Quijote. Cervantes atribuye esa obra augural a Sayyid Hamid Ibn Al-Ayyil, que él trascribe como Cide Hamete Benegeli (encantadora transcripción al castellano del siglo XVII). Así que ese primer gran loco de la literatura universal, que no sólo castellana o árabe, nace de un probable historiador morisco de La Mancha.



Podría hacerse un museo de la locura, la vertiente descontrolada del genio. En una esquina del maravilloso claustro de la Universidad de Viena se eleva maltrecha la Torre de los Locos. Ya contiene bastante del horror de la naturaleza en estado puro, porque en sus estancias mal guardadas por descuidados estudiantes de medicina se guardan los restos desordenados de un Narreturm, o sea, un gabinete de anatomía patológica, repleto de frascos de formol y de alcohol llenos de atroces tumores, fetos malformados, criaturas bicéfalas, quimeras, sirénidos, cálculos vesicales, órganos con chancros monstruosos, cuerpos muertos que sustituyen a espíritus torturados entre baldosas descabaladas en ese antiguo asilo de locos, un monasterio de la enajenación de ladrillos rotos y ventanas largas y estrechas que desde sus cinco pisos domina la hierba acolchada del parque donde los estudiantes comen sus bocadillos. Su visita no está nunca incluida en los itinerarios para turistas. Yo recomiendo eludir al severo bedel de la puerta principal del claustro y acceder al mismo por la puerta trasera de un estrecho callejón donde es posible cruzarse con el fantasma de otro gigante de la enajenación creativa, Kafka. (Mientras me como mi sanwich en la hierba junto a un grupo de guapas estudiantes pienso en la suerte de la Humanidad que siempre puede contar con la aparición de locos geniales, pocos pero suficientes para hacer del conjunto una torre sobre el resto faunístico del Planeta)


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