¿Que qué libro me llevaría a una isla desierta? Absurda pregunta en verdad, porque si la isla en
cuestión está desierta a estas alturas de la película de nuestra historia es
porque es inhabitable. En la improbable isla desierta, lo de menos sería el
libro. A veces ser literal te lleva por caminos de reflexión algo más inesperados
que la mera rutina automática en la respuesta. Pero aún así, seamos
condescendientes, si tuviera de verdad, literalmente, que elegir un único libro,
el consabido y dichoso libro, para llevarme a una isla desierta, o al menos sin
bibliotecas públicas ni librerías surtidas —y en ese caso lamentable nos valen
un montón de ciudades y pueblos de provincias, no hace falta que te aterricen
en un atolón de la Micronesia—, haría trampa cuando no me mirasen y cogería una
buena navaja, o un botiquín lo más completo posible con vacunas incluidas y
pastillas para potabilizar el agua, o unas buena botas. Pero si estuviera a
salvo y a cubierto en casa sin poder salir y tuviera hambre y un buen queso
pero no un buen cuchillo ni tampoco un buen libro, me comería el queso a
bocados y elegiría el libro. Los que tienen sus prioridades grabadas en piedra,
como las famosas Tablas de la Ley mosaicas o las doce de los inicios del periodo republicano en la Antigua Roma, en lugar de variarlas según las
circunstancias, pueden morir deshidratados con una antología maravillosa de su
escritor preferido en las resecas manos. Las opciones nunca deben ser
obligatorias, porque dejan de ser opciones para pasar a obsesiones; las necesidades,
en cambio, no son nunca del todo opcionales, como bien sabe cualquier aspirante
a refugiado que se sube a un frágil cayuco mientras deja atrás los bombardeos. Y
si puedo quedarme con todo —la nueva trampa que hago, soy consciente, sería
total— elijo Los cuentos completos de E.L. Doctorow o El teatro
completo de Shakespeare, que tiene la ventaja de incitar a leerlo en voz alta,
cada personaje con un tono de voz, y así sentirse menos solo en la islita de
los cojones. Todos estos inapreciables artículos los garantizo y los recomiendo,
los he probado. Me falta la isla desierta, que no he probado. ¿Y puedo llevar a
una bella amiga aunque tampoco la haya probado aún…? La vida para algunos son
lentejas, para muchos otros ni eso y para unos pocos una tienda surtida de delicatesen. ¿Piedra,
tijera o papel? Depende, acertar a elegir en ese juego es cuestión de suerte:
piedra si el otro elige tijeras, tijeras si el otro elige papel, papel si el
otro elige piedra. Pero a veces, si no se trata de un juego, sólo tienes como
opción las tijeras para cortar un esparadrapo, la piedra para partir las nueces
o el papel para envolver algo
o para escribir con tizne de la hoguera el libro que no tuviste la
precaución de llevarte, so imprudente ¿Acaso no sabes que además de un
vicio, la lectura es un lujo indispensable?
No hay comentarios:
Publicar un comentario