domingo, 5 de febrero de 2017

La verdad de las verdades en la novela negra




Es un viejísimo debate. Los escritores de Ciencia Ficción no han visitado las estrellas ni los mundos del futuro y, no yéndose tan lejos, Stephen Crane no tenía ninguna experiencia personal sobre la guerra, pese a lo cual, La roja insignia del valor es una narración extraordinaria sobre los horrores de los combates de la guerra civil americana. Pongamos otro caso y acabemos, Henderson, el rey de la lluvia, de Saul Bellow, es de una autenticidad evidente, aunque el autor jamás pisó África. La pregunta es si un autor puede con la mera imaginación sobrepasar los límites de la realidad. Creo que sí, en muchas ocasiones, pero no en todas. La excepción creo que se sitúa en un género, el negro, que me gusta mucho. El submundo de los bajos fondos, con sus propias leyes y su desarticulación social, poblado de seres que se extralimitan continuamente, rechaza a los ajenos al mismo que sólo lo conocen a través de las páginas de sucesos y los noticiarios cruentos.

Edward Bunker escribía unas novelas sobre el hampa absolutamente verosímiles, pero es que estuvo entrando y saliendo de reformatorios y de penitenciarias desde los nueve hasta los cuarenta años. Parece que lo que le redimió fue su avidez lectora, saqueando todas las bibliotecas de las penitenciarías por las que pasó, y su posterior gusto por escribir. Su primera novela, No hay bestia tan feroz, fue publicada cuando todavía cumplía condena en Marion por asalto a un banco.

No quiero que se malinterprete lo que digo: no digo que el que una narración esté basada en hechos reales la haga aumentar o disminuir artísticamente, ni que es más valioso un autor por el hecho de haber vivido lo que relata; al arte sólo lo sanciona el arte. Es la atmósfera, la ambientación fuera de todo tópico la que hace verosímil lo verídico, y no a la inversa; el conocimiento de primera mano se revela útil solamente al verdadero artista, el resto, no lo olvidemos, siguen siendo delincuentes normalmente ágrafos y analfabetos funcionales. Ni Charlie Parker era un virtuoso del saxo por ser heroinómano, sino a pesar de serlo.

Perro come perro, título que contradice un famoso aforismo en inglés, es una de la mejores novelas negras que le leído nunca. ¿Cómo de buena? Tanto como el mejor Chandler o el mejor Hammet. ¿Eso se debe a la experiencia de los bajos fondos de Bunker? No, rotundamente se debe a que es un excelente narrador. Pero desde luego, esa primera condición le permitió utilizar su conocimiento de primera mano de los ambientes que retrata. Por cierto, Tarantino le escogió como asesor y coguionista en su película Reservoir Dog, de 1992, pero finalmente subyugado por su pinta de malo-malo le hizo interpretar, por si lo recordáis, al Señor Blue. Es el único caso que conozco de una persona que habiendo estado en la lista de los diez fugitivos más buscados por el FBI, acabó apareciendo en los títulos de crédito de una producción de Hollywood. A veces, pocas, hay redención, pero sin apartarse demasiado de lo bien conocido. (En el fotograma de abajo es el impresionante tipo de la derecha con un puro en la boca)


7 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo. Es triste mencionar que existe todavía cierto culto al ámbito carcelario y las enfermedades mentales por el hecho, como mencionas, de que algunos brillantes autores han sido sus víctimas. Puedo entender que en su día la anti-psiquiatría también denunciaba maltratos institucionalmente tolerados, pero mayormente no deja de ser cierto irracionalismo, no pocas veces síntoma de la paranoia contra la medicina*.

    Es curioso que a Tarantino le fascinaran los aires de malote de Edward Bunker, porque él mismo tiene una cara que no inspira confianza... o al menos así le parece a mi padre por su papel en Abierto hasta el amanecer.

    *Algún oportunista aprovecharía para decir que anti-medicina occidental/oficial o algún vocablo al uso, pero lo tengo claro: si funciona, es medicina. Si no hay pruebas, es o ignorancia, o charlatanería, o pose (mucho peor y además todavía más aborrecible que el estafador que saca beneficios).

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    1. A Tarantino yo le veo un golferas, algo asquerosillo, pero no un tío duro y malote

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    2. Precisamente eso dice mi padre: cara de degenerado, ¡jejeje! También hay que reconocer que su papel en esa película es ese, precisamente.

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  2. me interesa mucho esa reflexión que haces sobre la autenticidad de lo que nos cuentan los literatos... caes en tu propia trampa al poner de ejemplo a los escritores de ciencia ficción, pues estos obligadamente tienen que imaginar el futuro, no pueden haberlo vivido...

    en general pienso que en literatura, como en todo, se nota tanto la exageración como la mentira... lo decía Julien Gracq sobre Proust: si no escribiese sobre modelos reales y por él conocidos no hubiese sido capaz de construir una narración tan rica en detalles... para Gracq esto, que constituye la mayor virtud de Proust, también es su mayor limitación, pues no alcanza las cotas de otros escritores que se permiten licencias imaginativas

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    1. No creo caer en ninguna trampa, como dices, precisamente está elegido el caso de la SF como imposibilidad de vivir lo relatado, pero la buena SF no habla del futuro, sino del presente.

      Tampoco estoy de acuerdo con Gracq, al que admiro como narrador.

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  3. De Bunker solo he leído "Perro come perro" y, ciertamente, me pareció una novel potente, contundente y, claro, bien narrada. Se nota, desde luego, que sabe de lo que habla y, en efecto, resulta muy verosímil. De acuerdo contigo en que no se es buen escritor por conocer de primera mano de lo que se habla, pero, a la inversa, también es verdad que resulta difícil y poco probable escribir bien si no se conoce de lo que se habla, si no se siente en las tripas.

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    1. Pero hay cierta asimetría, que se evidencia en el caso de la novela negra, para algunos la mejor radiografía de nuestras sociedades.

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