domingo, 12 de febrero de 2017

Una cautivadora pesadilla




Hay un subgénero literario que es el de las novelas de dictadores con abundantes y excelsos ejemplos: Tirano Banderas, Yo, el Supremo, Señor Presidente, El Otoño del patriarca o La fiesta del chivo. Todo régimen dictatorial no sólo es tiránico y brutal sino ridículo; los dictadores—piénsese en Franco, regordete, bajito, ignorante y de voz atiplada— siempre son patéticos, como payasos perversos. En fin que es un género que no sólo ha alcanzado cotas de comparación elevadas, sino que tiene referentes reales en los que inspirarse. Muerto Hitler, Mussolini y Stalin, muerto Trujillo y Somoza, muertos Franco y Salazar, la única figura suficientemente patética y brutal es la dinastía Kim de Corea del Norte, porque lo que caracteriza a un dictador es, además del poder omnímodo, su anacronismo, el situarse como un gran pez predador contra la corriente lógica de la historia. Puede ser que Julio César fuera un dictador —palabra que entonces no tenía las connotaciones negativas actuales, como no las tenía tan positivas la palabra democracia—, como sostenían sus rivales del Senado y sus asesinos, pero desde luego la figura trágica y grandiosa de Julio César no era ridícula ni patética.

El joven Adam Johnson ganó el Pulitzer de 2013 —un premio a salvo de los recelos de arbitrariedad de otros— narrando las peripecias de un pillo en la terrible dictadura de Corea del Norte en torno a  la dinastía de los Kim Jong. La novela El heredero se publicó unos meses después del fallecimiento de Kim Jong-il. En la Corea del Norte de Johnson (y en la real) se secuestran princesas del cine, se practican lobotomías, donde el surrealismo se queda corto ante el absurdo y donde el escritor tiene que lidiar con la realidad de lo irracional mientras los altavoces instalados en las esquinas de las calles medrosas cantan las virtudes del Querido Líder después del parte meteorológico. La novela es un híbrido de Thriller político, novela de aventuras y de amores, indagaciones, episodios de espías en Texas bastante chapuceros, cadáveres en las cunetas y un protagonista, Jun Do, obligado siervo del poder y la vez pícaro superviviente. El retrato del dictador es sagaz y no se queda atrás de los referentes que he mencionado y que quizás el autor no haya leído, dada la endogamia de la literatura en inglés. Porque es también una novela de aprendizaje, una suerte de Tristram Shandy desde el frío orfanato al sicario asesino al servicio de los payasos de uniforme. De las extrañas relaciones geopolíticas con el enemigo derrotado (Estados Unidos perdió la guerra de Corea, como perdió la posterior del Vietnam), o de su odiado vecino, Japón.

La población se debate dividida, al menos la más lúcida, entre la retórica triunfalista, omnipresente y oficial, y el obligado acatamiento al destino horrible real. Esa obligada esquizofrenia que le hace clamar al padre del protagonista: “Denuncio a este ciudadano por ser un títere del imperialismo. Lo he visto intentando envenenar mentes con su pérfida bazofia”, señalando a su propio hijo. Y luego en voz baja e íntima dirigiéndose a él: “Mi boca ha dicho todo eso, pero mi mano sigue cogiendo la tuya”. Una realidad inverosímil que el talento del autor convierte en una ficción creíble. Una cautivadora pesadilla.


10 comentarios:

  1. Pues lo apuntaré. Ando leyendo las Sátiras de Juvenal, en las cuales lo peor que le veía el "saturado" a Nerón no eran sus asesinatos, sino su afición al espectáculo. Nihil novum sub sole.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Bueno, Suetonio dejó muy mal parado a un emperador que estimuló el comercio y las obras monumentales y difundió hechos poco probados como el del incendio de Roma mientras él tocaba la lira. Los hubo mucho peores.

      Eliminar
    2. Lo sé, pero no ha dejado de llamarme la atención por el tema del espectáculo. Fíjate, alguien de mi lista escribió en el mismo día sobre otro libro ambientado en una dictadura.

      http://www.larealidadestupefaciente.com/2017/02/libro-el-rey-blanco-de-gyorgy-dragoman.html

      Eliminar
  2. ...otro ejemplo es "Leyenda del César visionario" de nuestro querido Umbral

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Y otro Autobiografía del General Franco, de Vázquez Montalbán

      Eliminar
  3. De Corea no sé prácticamente nada y, la verdad, tampoco me atrae. Aún así, esta reseña tuya ha conseguido despertarme el interés.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Bueno, también puede emparentarse esta novela con el género distópico, nuevamente de moda, como 1984 o Un mundo feliz

      Eliminar
  4. Me intriga saber de dónde ha sacado Johnson sus noticias sobre un país tan hermético y desconocido como Corea del norte. Tu reseña, y alguna otra que he conseguido encontrar en Internet -sorteando artículos sobre un futbolista inglés homónimo acusado de violación, que parece ser el Adam Johnson más conocido con mucha diferencia- no dejan claro si se basan en la realidad o se las ha inventado. Probablemente no haya mucha diferencia, en la práctica.

    Dentro del género de dictadores a mí me gustó mucho, hace muchos años, El recurso del método, de Carpentier. No sé qué tal llevaría una relectura, porque alguna otra de Carpentier que en su día me entusiasmó, como La consagración de la Primavera, releída años después me ha parecido flojita y panfletaria, y el propio Carpentier pelín pedante.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Al final de la novela, en los consabidos agradecimientos, Johnson menciona un viaje a Corea del Norte en el programa de estudios coreanos de la Universidad de Stanford.

      Carpentier me gustó en su momento, ya no.

      Eliminar