¿Por qué tantos millones de personas creen que los
escándalos de corrupción del PP son ataques contra el propio partido de
derechas y no su indigna forma de funcionar, que Putin es un demócrata o que
Trump hará más grande a los Estados Unidos de América, o al menos actúan como
si lo creyeran, lo que no sé si es aún peor? Ante preguntas complejas las
respuestas, y mucho menos las soluciones, no pueden ser simples, pero a mí se
me ocurre una un tanto insólita: la falta de imaginación de un público que
apenas lee, o sólo lee ya mensajes breves y simplistas en las redes sociales.
Nietzsche afirmaba que la voluntad de apariencia e ilusión era más poderosa que
la verdad. No es ya que la mujer del César deba ser virtuosa y además parecerlo,
sino que basta con que lo parezca —o lo proclame contra toda evidencia—, aunque
obviamente no lo sea.
Para que la imaginación, una herramienta básica cognitiva,
pueda desarrollarse debe ser alimentada y cultivada casi desde la cuna, hay que
aprender a leer como hay que aprender a no comerse los propios excrementos y
casi a la misma edad. La imaginación tiene sus propias reglas, avanzando y
retrocediendo, con pulsaciones rítmicas propias, sin atajos apresurados (como en
los malos relatos), con símbolos multiformes, con esa herramienta básica del
instinto fundamental humano: las metáforas. Porque las cosas, los hechos, los
sucesos no tienen entidad por sí mismos, como sabe todo buen periodista, hasta
que alguien los relata. Habitamos en un mundo de representaciones, como nos
señala esta vez la moderna física, productos de nuestra fantasía, empleando
nuestra imaginación para desentrañar la complejidad del mundo; las
contraponemos, las combinamos, las fundimos, a las ficciones, símbolos,
metáforas, en definitiva, a los relatos.
Para que triunfen las falsedades más evidentes, como las que
señalaba al principio, las ficciones deben ser pobres, sin penetrar en ese
enmarañado mundo de símbolos, sólo así ‘cuelan’ los clichés y los eslóganes.
Así que creo que nuestra capacidad de crear ficciones está disminuida porque no
se la alimenta y eso contribuye a empobrecer nuestras democracias. Un
empobrecimiento progresivo y generalizado que permite que se propaguen relatos
burdos en esas redes de mensajes simplificados, sin matices… sin verdad, porque
ésta reside en éllos precisamente. El votante absorbe con facilidad esos
mensajes tergiversados, esos miedos primarios al diferente, a los otros, esas
versiones deformes y grotescas de la realidad, esas algarabías contra los inmigrantes,
ese conformismo hacia la desigualdad creciente inherente al capitalismo desde
su nacimiento, esa merma de libertades a cambio de una improbable seguridad, esa
lluvia de votos a los inmensamente corruptos. Y sólo se me ocurre como antídoto
la educación de verdad y su instrumento gozoso, la lectura.
Quién no coge jamás un libro (¿un 40 por ciento?) puede ser
una buena persona, pero no una persona libre. Asistir a la desaparición de las
formas de lectura que exigen una atención prolongada, reiterada y constante (¡se
me está acabando el libro!) en una época en que el número de analfabetos ha
disminuido como nunca (la oralidad, rica en relatos, lo compensaba antes) es
muy triste y muy peligroso, pero a mí, lo que más pena me da, es cómo se están
perdiendo tantos un placer de dioses; ¡qué digo de dioses, de humanos!
En realidad sí se lee... Pero claro, son obras mediocres, sin imaginación, cuyos autores son incapaces de reimaginar arquetipos. No sé si ahora se leerá con menor atención que antes, no tengo datos, pero sí que hay cierto componente del sesgo del superviviente: sólo recordamos las buenas obras y a veces tenemos la idea de que en el pasado sólo se debían de leer esas, pero ya había sus best-sellers, de los que nadie se acuerda excepto para lo malo.
ResponderEliminarUn ejemplo sería el de Rocambole, cuyas novelitas fueron muy populares hasta que el público se aburrió y sólo quedó la palabra "rocambolesco" para denotar que algo es inverosímil.
Lo más criticable de la época actual es que la "novedad" se presenta sin el clásico al lado, lo que contribuye a que haya lectores activos que desconozcan los segundos. La principal causa es el negocio: los clásicos suelen ser públicos y no tienes la exclusiva. Una lástima.
P.D: Te ha salido esta entrada repetida y aparece cuatro veces en mi lista de lectura. Creo que puede haber ocurrido algo raro con Blogger, porque a otro conocido le ha pasado algo parecido en el mismo día.
Pues no estoy muy de acuerdo. Creo que lo importante es leer, de forma continuada y habitual, aunque si son cosas buenas tanto mejor, y que hoy solo se leen mensajes fragmentarios, como los de las redes sociales
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