Reconozco ya de entrada que resulta un emparejamiento
insólito, pero yo siempre he sido así, ecléctico pero exigente, no es una pose que busque asombrar. Los
emparejo, tan distintos como son, porque ambos son absolutos genios diluidos en
su excesivamente vasta producción: son prolíficos antes que excelsos, por
tanto, los seguidores de ambos, que los tienen desde siempre, son como los
comensales snobs de la Nueva Cocina, se comen cualquier mezcla improbable (lentejas
con langostinos) siempre que se las ofrezca quien ha demostrado ser, sólo en
contadas ocasiones o no tan contadas, genial (vieiras fritas con algas). Ambos
son los escritores profesionales por excelencia, como mínimo publican o
publicaban uno o dos libros por año y cientos de páginas en la prensa. Cada diez,
pongamos, libros, uno era excelente, pero su desmesura hacía que ese whisky de
malta de veinte años estuviera demasiado rebajado con agua. Mortal y rosa de
Umbral es seguramente el libro de prosa poética más importante de la producción
española del siglo pasado, pero diluido en cientos de páginas de las que el
autor sólo tiraba de su oficio, como el ebanista que se dedica a fabricar
cajones de fruta entre cómoda y silla excelentes. Por supuesto, en cada página
de Umbral había un par de hallazgos sorprendentes que el autor dosificaba entre
tabla y tabla sin devastar. A los aficionados a Umbral eso les bastaba, porque
eso es lo que buscaban. Umbral se imitaba a sí mismo, en forma incluso de
parodia, y eso a sus malos lectores les parecía ‘estilo’. Igual que Cela
tirándose pedos o amenazando con sorber una palangana de agua por el ano.
Stephen King es igual. Más de cincuenta libros publicados le
han hecho el maestro indiscutible de la literatura del terror. Encasillado en
el género, algunos, desde luego no sus seguidores, no advierten que desde El Resplandor
a acá ha producido diez de las mejores novelas estadounidenses de los últimos
tiempos. Y como no es un aparato de resonancia rítmica, produce milagros como
el de los dos últimos años, dos novelas seguidas a cual más prodigiosa: Mr.
Mercedes, y Quién pierde paga, en 2015 y 2016 sucesivamente. Vaya festín que quizás no aprecien en su justa medida los seguidores de King y que se
perderán sus displicentes no lectores.
Me gusta este género de comparaciones, o de paralelismos, entre autores en principio completamente diferentes, lejanos e incomparables. Me gustan, cuando están bien fundados, como este que haces, porque se refieren siempre -por eso no son evidentes- a aspectos secundarios, o subyacentes, o estructurales, o como se quiera decirlo, de los autores comparados, y por ello ayudan a descubrir en ellos muchas cosas que no se descubren a primera vista. Y me gustan también porque revelan, en quien los hace, un eclecticismo de lector omnívoro que me cae especialmente bien, porque es de las pocas virtudes que como lector creo tener.
ResponderEliminarEl resplandor es una primera novela espléndida machacada por una versión fílmica excesivamente alabada y un insufriblemente histriónico Jack Nicholson; las dos últimas también son thrillers estupendos (no son de terror, sino policiales)
EliminarUmbral quiso vivir de lo que escribía y eso supongo que condicionaría today su producción
ResponderEliminarCasi toda,no toda. Quiso y lo consiguió, e hizo muy bien, sólo que eso entraba en contradicción con sus afanes nada ocultos de pasar a la historia de la literatura con mayúsculas.
EliminarA mí me parece muy correcta esta comparación. Stephen King se definió a sí mismo como el Burger King de la literatura (bromista como para bromear con su apellido), pero lo cierto es que sabe bien cómo se escribe una novela. No siempre le sale, justo es reconocerlo, pero cuando le sale, ¡chapó!
ResponderEliminarExacto
EliminarNo he leído gran cosa de S. K., pero lo he pasado bastante bien con todo lo suyo, aún reconociendo que algunas de sus novelas no son gran cosa. Otras, como "Corazones en la Atlántida", me han parecido estupendas.
ResponderEliminarAhora mismo lo único que me distrae del dolor de la pierna es la última novela de S.K.
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