No todo es simpleza narrativa en estos tiempos nuestros. Por
ejemplo, no lo es en las buenas y abundantes nuevas series de televisión,
especialmente las de la HBO y la BBC. Los héroes ya no son de una sola pieza,
sino que recuperan la ambigüedad que tuvieron en origen, por poner un caso próximo,
en los mitos clásicos, o aún más próximo, esta vez en el tiempo, en la figura
del antihéroe de la novela negra americana. Los showrunners, no simples meros
guionistas, sino los creadores y primeros firmantes de cada serie, los que le
dan cohesión y unidad, apuestan por los protagonistas Diffcult Men, hombres difíciles.
Como los de los Soprano, Breaking Bad, House of Cards o The Wire. Estas series
además, al evadir el tiempo límite de un par de horas de los largometrajes
permiten ahondar en una narrativa procelosa y dilatada, como en su día hicieron los folletines por entregas, convertidos en novelones, del XIX, como
las de Dickens, y además con una gran calidad, tanta que me atrevo a decir que
el mejor cine anglosajón (estadounidense y británico) no se hace ahora para las
salas de cine o los vídeos, sino para las televisiones. Héroes ambiguos, como
Aquiles, o perversos, como Odín; irredimibles. Ahora los actores de esas series
no son los descartados de Hollywood, sino sus grandes estrellas. Confieso que
soy un adicto a estas series, dado que mi televisor lo utilizo sólo casi ya como
monitor para verlas, junto a excelentes documentales. Para informarme prefiero
la radio, a la que también soy adicto, y la prensa escrita, cada vez más
desdeñable.
Bien, es un alivio que la caja tonta se haya convertido en el
refugio de una narrativa que no insulta nuestra inteligencia, mientras las
salas de cine son el pretexto para una sarta de efectos especiales dirigidos a
jovenzuelos comedores de palomitas. Aunque no todo es tan nítido; hay series
lamentables, acordes con la mediocridad general de la televisión, y buen cine
para adultos, especialmente el europeo y oriental, y de vez en cuando un
clásico como Scorcesse o Eastwood nos regalan una buena sorpresa.
Es lo que tiene el talento, es capaz de usar los medios a su alcance para sus propósitos. No acabé de ver The Wire, la tengo pendiente, pero me gustó mucho. La clave está en no ser tontamente despectivo, como irónicamente ocurre entre tantos "intelectuales".
ResponderEliminarEse desdén funciona en las dos direcciones. recuerdo al respecto cuando mi hijo Juan que estudiaba el bachiller en el Liceo Italiano me dijo que odiaba a Dante, cuando le pregunté si le había leído y me contestó que no, le dije, pues entonces... Luego leyó La Divina Comedia, y le encantó
EliminarPor eso escribí "intelectuales", que los hay que con haber visto dos capítulos de Hora de aventuras se creen los nuevos Walter Benjamin. Bueno, lo creerían si lo conocieran.
EliminarPues eso
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