domingo, 8 de enero de 2017

Danzig, o bien, Gdansk



Danzig, en alemán, Gdansk en polaco representa una buena síntesis de los avatares de Europa en la agitada primera mitad del siglo pasado, ya que fue víctima y por tanto testigo de muchos giros. De ciudad próspera como puerto polaco desde el siglo XVIII, en el que el centro de gravedad europeo se desplazó del sur ibérico al norte hacendoso, se anexionó más tarde a Prusia hasta que el Tratado de Versalles la convirtió en una ciudad-estado independiente desde 1919 hasta el comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Presenció los combates iniciales de esa conflagración, fue anexionada al Reich alemán tras la derrota fulgurante de Polonia, y en 1945, a su término, la invasión y barbarie soviética, que supuso la destrucción de todo lo poco que se había salvado hasta entonces. Sus habitantes, de habla y cultura alemanas, fueron expulsados o huyeron para hacer sitio a gente nueva, esta vez de habla polaca, que a su vez desterrada a Ucrania, Bielorrusia o Lituania, vino a poblar las ruinas de la populosa ciudad que con el tiempo recuperó el esplendor de antaño. Polonia, maltratada por alemanes y rusos vio como sus fronteras se desplazaban primero hacia el este y luego al oeste y vuelta a empezar, un país móvil y ocupado por unos y otros.


Stefan Chwin, nacido en esta ciudad en 1949, historiador, escritor y profesor de universidad, ganador de muchos premios y traducido a muchos idiomas incluido el nuestro, relata la historia de esta ciudad a través de un profesor de anatomía, el doctor Hanemann que da título a la novela, germano que se niega a seguir a las corrientes de población en su vaivén de huida y colonización, y se niega a abandonar su ciudad, sujeto a ella por los recuerdos de un trágico amor. Se convierte así en un buen descriptor de la ciudad en su papel de Robinson en su isla urbana la vez familiar e irreconocible.


A través de una serie de personajes apenas perfilados, y de una serie de capítulos breves que a veces protagonizan los objetos que son objetos de apresurado transporte o de abandono, Chwin consigue hábilmente recrear toda esta frenética actividad en una ciudad-isla-puerto que es más que una metáfora, un buen resumen, de la Mitteleuropa del siglo XX.

Como dato anecdótico que me proporciona Google, hubo un doctor Hanemann, médico (físico) alemán del siglo XVIII que se considera fundador de esa dudosa rama curativa a base de sustancias excesivamente diluidas que se conoce como homeopatía.




5 comentarios:

  1. Le vendría bien este libro a cierto tipo de izquierdista americano, que parece creer que las "culturas" son, por así decirlo, lo que caracteriza a las minorías o a los extranjeros y que ellos (normalmente blancos que se sienten culpables por serlo) no, que ellos son la "civilización" o algo así. Decías en la entrada del autor Ian Watson que este señor temía la corrección política del inglés americano, lo que temo yo es la estupidez que transpiran demasiados de sus hablantes.

    Este error de partida, sólo calificable como garrafal, es el que provoca toda una serie de malentendidos y situaciones kafkianas, como la creencia de que una persona no puede aprender español si es blanco porque, buenos americanos etnocéntricos, creen que todos los hispanoparlantes son mexicanos descendientes de nativos; aparte de que es estúpido de narices este racismo inverso. Otra situación que recuerdo es que criticaron a una pobre niña americana por ponerse un kimono, y unos japoneses se cabrearon con estos criticones y les dijeron racistas y cobardes por meterse con una pobre cría. Y paro de contar, porque, como dijo Einstein, la estupidez humana es infinita. Ya ves que, además de tener las fronteras naturales y soportar las políticas, ahora tenemos que habérnoslas con las fronteras culturales que tres o cuatro gilipollas americanos y sus satélites* europeos, incluyendo españoles, quieren imponer. Increíble que sea más absurdo que aquello de ponerle puertas al campo.

    *En los tiempos de la URSS, había países satélites en su órbita. Hoy en día y por culpa de que se deje Internet al alcance de cualquier bobo, tenemos esto. ¡Cómo cambian las modas!

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    1. Todas, cultural, racial, nacionalista, son xenofobias.

      Recientemente se ha descubierto el gen que codifica en neandertales los grupos sanguineos ABO y se ha encontrado en un femur de El Sidrón en Asturias que era del grupo O, como yo, así que ese neandertal podría haberme donado sangre y en cambio un enorme porcentaje de congéneres míos no.

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    2. Claro, pero como con el nacionalismo "de izquierdas", me repatea especialmente. Sin contar que es todavía más absurdo que en semejante crisol que son los Estados Unidos se den semejantes paletadas.

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  2. Danzig es una de esas ciudades singulares, con personalidad propia al margen del Estado al cual pertenece, porque ha pertenecido a varios. Eslavos y teutones se la han disputado, como todas esas tierras de la Mitteleuropa, donde ambas etnias están siempre mezcladas (suponiendo que tenga sentido hablar de etnias, pero en fin). Para mí, Danzig se asocia con Gunter Grass, mientras Gdansk con Lech Walessa y el fin del comunismo en Polonia. Pero ahora descubro que Schopenhauer nació también en la ciudad.

    Así que me resulta apetecible leer sobre Danzig, aunque no tenía noticias de este Chwin. El fundador de la homeopatía a que te refieres escribía su apellido con grafía ligeramente diferente (Hahnemann) y desde luego no era de Danzig. Me (te) pregunto si el nombre del protagonista de Chwin alude en algún modo al químico y médico del XVII. Por cierto, la introducción de la homeopatía en España la llevó a cabo una llamada Sociedad Hahnemanniana Matritense fundada en 1845 por el doctor Núñez Pernía, médico de Isabel II. En mi reciente estancia madrileña, “descubrí” con agradable sorpresa el Instituto homeopático y hospital de San José, erigido por esa Sociedad en la calle Eloy Gonzalo, muy cerca de la glorieta de Iglesia (lo conté en mi segundo post de “paseo por Madrid”).

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    1. En efecto, ese apellido se puede escribir con h o sin h, siendo esencialmente el mismo, como nuestros Jiménez y Giménez. El libro que comento no transcurre en la época del fundador de la pseudociencia homeopática, sino en la Segunda Guerra Mundial y sus posguerras inmediatas y siguientes.

      En cuanto a Danzig/Gdansk ya cuento algo de sus cambios de avatar nacional, pero aunque no tan acusadamente, porque en esta ciudad influye tanto su estratégica posición de salida al mar, como los brutales cambios de una Polonia permanentemente disputada entre oriente y occidente y finalmente entre Alemania y la URSS, todas las ciudades antiguas son en cierta moda como Danzig, léase Cádiz o Tarragona, tanto da, han ido cambiando ‘de manos’ según dictaba la historia en cada momento.

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