lunes, 9 de enero de 2017

Homenaje a Teresa de Ávila





“No hemos acabado de releer a Teresa, ¿verdad, señor filósofo? Habrá cumplido mi ambición si te he incitado repensar sus moradas, que yo misma he vuelto a visitar.”

(Párrafo final de la novela de Julia Kristeva, Teresa, amor mío)
Entre mis relecturas habituales se encuentran la Biblia y Santa Teresa, lo que puede parecer extraño en un ateo confeso e irredento como yo. Del Antiguo Testamento y sobre todo del Pentateuco, esto es, la antigua Torá hebrea, me gusta casi todo; es un libro, o conjunto de libros, terrible y hermoso, que muestra toda una mitología (y el primer mito no es el de Yahvé o Dios, sino el de ese mismo pueblo elegido, los judíos) comparable a la nórdica de Thor y Odín e incluso a la abigarrada griega clásica de Homero y Hesiodo. El Nuevo Testamento me gusta menos, por su calculada, para mí, y exasperante ambigüedad, pero me gustan mucho algunas parábolas y el Sermón de la Montaña.

Teresa es otra cosa. ¡Y qué cosa! Ahí ya no hay mediadores ni  mediaciones, del mismo modo como le gustaba a la santa conectar con su Dios. Lo que hay es una de las prosas más bellas del castellano de todas las épocas y un pensamiento hondo, tierno y salvaje, que siempre me ha emocionado: como el de los amantes, y a la vez perspicaz y sorprendente, como el de los auténticos sabios y dicen, los místicos. El camino de perfección y el Libro de la vida me parecen absolutamente magníficos, y el Libro de las Fundaciones más emocionante que cualquier novela de aventuras. Las Cartas y las Relaciones también me gustan mucho.

Así que cuando vi que Julia Kristeva había escrito un libro sobre la santa me abalancé sobre él. Se trata de una novela, Teresa, amor mío, que protagonizan tanto la santa como la aventura amorosa de una mujer de hoy, Sylvia Leclercq, la protagonista que emprende la minuciosa misión de seguir a cinco siglos de distancia y desde Francia los pasos de nuestra mística, al fin y al cabo, un enigma, en medio de la Contrarreforma española. Es un homenaje de rendida admiración a Teresa de Ahumada de Cepeda, más conocida entre los católicos como Teresa de Jesús y en todo Occidente como Santa Teresa de Ávila. Y Kristeva, armada de todos los instrumentos de la modernidad, desde el feminismo al psicoanálisis, se aproxima con pensamiento crítico y filosófico al alma compleja de aquella mujer. La hace su hermana invisible y su contemporánea, la contempla como reconocida doctora de la Iglesia y teóloga revolucionaria, extática, mística, reformadora, fundadora (¿emprendedora?), escritora sublime, erótica, histérica, emblema de España, muestra de la inoperante relación entre el deseo y la necesidad de creer.

La búlgara Julia Kristeva, nacionalizada y escritora francesa es ante todo ensayista, glorificada por cierto feminismo profundo y esencial en esa rama fascinante de la erudición que es la historia de las religiones.

2 comentarios:

  1. La apunto, aunque me sorprende esa mención al psicoanálisis.

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    1. No veo por que te sorprende la mención del psicoanálisis, que está desacreditado como técnica curativa y no es desde luego una ciencia, pero sí una interpretación interesante de muchos hechos

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