lunes, 2 de enero de 2017

Joya de un amor tardío





La combinación de un estrógeno y una progestina, de un lado, y un vasodilatador local de otro. La píldora anticonceptiva y la viagra son las dos liberaciones sexuales, no sólo metafóricas, de la juventud y la vejez, respectivamente. Bienvenida sea la buena química al servicio (ser vicio)  humano. Esta es una sociedad que glorifica y margina a la par la juventud. La vejez, en cambio, también se margina, pero además se oculta como vergonzosa. 

Esta doble marginalidad también se da en la literatura. Hay muchas formas de fracaso en el mundo literario; la más conspicua, no sé si la más habitual, pero es la que lamentan los autores jóvenes, es no conseguir que te publiquen. Pero hay otra tal vez más sibilina y quizás más frecuente: que te publiquen y dé igual porque no termines de ser conocido ni leído. Incluso hay escritores premiados, y merecidamente, que no consiguen el único reconocimiento que cuenta, el de sus lectores. El caso más reciente es el del recientemente fallecido Kent Haruf. A Haruf le publicaron en España una excelente novela, Plainsong y además nada menos que por una editorial como Planeta, en el 2.000. Pasó sin pena ni gloria y no conozco ninguna reseña crítica de esa publicación. Previamente había publicado en inglés cuatro novelas más y había recolectado numerosos premios anglosajones, los famosos “awards”, que los hay para todos los gustos. Su novela póstuma, Nosotros en la noche, breve y magnífica, le permitió corregir sus últimas galeradas, pero no contemplar en forma de libro sus últimos esfuerzos.

Puede que, remedando al folletinesco, Carlos Ruiz Zafón, esta novela también ingrese en El cementerio de libros olvidados, o puede que se le descubra, que es lo que realmente merece. Para mí ha sido un descubrimiento deslumbrante, el descubrimiento del año que acaba de terminar. Como sus anteriores obras, está ambientada en una pequeña ciudad del estado de Colorado. Sus protagonistas son dos viejos viudos que a su vez son vecinos de la misma calle. Su tema es el amor tardío entre ambos, la necesidad de compañía y compasión. La novela está construida a base exclusivamente de diálogos (sin guiones largos), fundamentalmente entre ambos protagonistas, casi siempre de noche, acurrucados en la cama matrimonial de ella, a la que acude, sin esconderse de las murmuraciones de la cerrada sociedad, él. Pocos personajes más: un nieto de ella, de seis años, una perra, un hijo intolerante, padre del niño, y algunos vecinos, maledicentes o comprensivos. Basta para crear un universo perfecto en la ausencia de descripciones explícitas, los personajes se encargan de eso.

Franqueada la puerta de la vejez, viudos desde hace bastante tiempo, con anteriores matrimonios triviales, acusan la soledad, sobre todo en las horas difíciles de conciliar el sueño.  Pero ella no está dispuesta a resignarse y un buen día se planta ante la puerta de su vecino, con el que apenas había tenido tratos en décadas, de forma insospechada pero con pasmosa naturalidad, le suelta “Me preguntaba si querrías venir alguna vez a casa, a dormir conmigo”. El viejo acepta sorprendido el reto y se presenta en casa de ella con una bolsa de papel que contienen su pijama y su cepillo de dientes, y ahí empieza una espléndida historia de amor llena de placidez y de heroísmo, que deja chiquitas a las de Tristán e Isolda ante la incomprensión de una sociedad que contempla como simpáticas e inevitables las locuras de la juventud pero tacha de intolerables desvaríos los de la madurez.

De la extrañeza van pasando a la costumbre, se van conociendo noche tras noche, apreciándose (creo que es la palabra adecuada), hablan de sus matrimonios, de su vida de sus esperanzas pasadas, de sus miedos presentes; va creciendo su intimidad, surge indudablemente el amor, a pesar de las habladurías de los vecinos y de la intolerancia de sus hijos, sólo con la complicidad de ese nieto de seis años fruto de un matrimonio en camino hacia el fracaso. Quieren sobre todo pasar juntos el resto de sus vidas. No se lo permitirán.

Nosotros en la noche es una deslumbrante joya literaria, concisa y potente, narrada con una sabiduría y una técnica insuperables y tiene una enseñanza que el autor debió tener que poner en práctica: lo que menos importa es la opinión de los demás, que no son los que viven nuestra vida. 

He dicho al comienzo que hay varias formas de fracaso literario, pues ¿sabéis una cosa?, este no es el caso, más bien el fracaso será el de los posibles lectores que no descubran este pequeño, sólo en dimensiones, tesoro del gran arte de contar historias. Por cierto, el título literal en inglés es “nuestras almas en la noche”.




4 comentarios:

  1. ¡Qué adecuado! He empezado El Conde Lucanor y me recuerda al segundo ejemplo, la famosa historia del hombre y el hijo que iban al mercado con un burro, siempre criticados por otros viajeros.

    ResponderEliminar
  2. ...también a mí me gustó ese libro (y escribí sobre ello).

    quizá es demasiado modesto para ser "descubierto", aunque nunca se sabe

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Había pasado por alto tu comentario, lo buscaré.

      En cuanto a lo del descubrimiento, mira en Google, en castellano no hay apenas referencias a Haruf, Y eso es un buen indicador.

      Eliminar